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Editorial
Investigación en salud: avances, desafíos y oportunidades
Edición XXV Setiembre - Diciembre 2023
DOI: https://doi.org/10.55139/PVAH1913
Dr. Esteban Zavaleta Monestel
Editor en Jefe, Revista Crónicas Científicas
La investigación en salud es una búsqueda metódica de conocimiento que abarca desde el desarrollo de pruebas hasta la evaluación de resultados. Su objetivo es mejorar la comprensión general de la salud y abarca áreas como la biomedicina, la epidemiología y los servicios de salud. La investigación tiene un gran valor social al proporcionar información crucial sobre las tendencias de las enfermedades, los factores de riesgo, la eficacia de tratamientos e intervenciones, las capacidades funcionales, los patrones de atención médica y los costos asociados. Para obtener una visión completa, se utilizan diversos enfoques de investigación, por ejemplo, los ensayos clínicos ofrecen información sobre la eficacia y los efectos adversos de las intervenciones, mientras que la experiencia clínica del mundo real aporta información valiosa para comparar y mejorar el uso de medicamentos, vacunas, dispositivos médicos y diagnósticos.
Si bien la mayoría aspira a que la investigación médica avance en el conocimiento, mejore la salud global y descubra mejores tratamientos, la realidad dista de este ideal. El entorno actual, con sus diversos actores, presenta obstáculos. Los procesos de financiación son largos y burocráticos, sin una evaluación sistemática de la necesidad de la investigación. Se exige un cálculo exhaustivo de costos desde el inicio, lo que genera una pérdida de tiempo y recursos. Los patrocinadores, por su parte, se enfocan en el éxito a corto plazo, relegando objetivos a largo plazo que beneficien a la sociedad en su conjunto.
En cuanto a la inversión en investigación, las compañías farmacéuticas invirtieron en investigación y desarrollo (I+D) una cifra récord de $83 mil millones en 2019. Esta inversión, diez veces mayor que la de la década de 1980 en términos inflacionarios, abarca desde la búsqueda de nuevos medicamentos hasta la mejora de los ya existentes. La industria también ha aumentado significativamente la proporción de sus ingresos dedicada a I+D, alcanzando un promedio de alrededor del 25% en 2019. Este porcentaje, casi el doble que, en el año 2000, supera al de otras industrias basadas en el conocimiento como la de semiconductores, hardware y software.
A pesar de la fuerte inversión en materia de investigación, hay temas igualmente relevantes para los sistemas de salud que han representado un reto en la búsqueda de terapias, como lo son las enfermedades raras y la pandemia por COVID-19. En el caso de enfermedades raras investigación ha experimentado un rápido progreso y se espera que esta tendencia se mantenga. Gracias a este avance, se han podido crear nuevos tratamientos, que ofrecen esperanza a estos pacientes, sin embargo, a pesar de estos esfuerzos, únicamente menos del 5% de las 7.000 enfermedades raras estimadas tienen un tratamiento eficaz.
El COVID-19 no solo generó problemas de salud inmediatos, sino que también impactó negativamente la investigación médica. La urgencia por combatir el virus evidenció deficiencias en la organización y financiamiento de ensayos clínicos. Si bien la pandemia resaltó la importancia de estos estudios, también mostró la necesidad de investigaciones a gran escala con un plan único y adaptable. En resumen, la COVID-19 ha puesto de manifiesto la necesidad de un enfoque más eficiente y colaborativo en la investigación clínica, donde los investigadores estuvieron más comprometidos que nunca a utilizar la ciencia para resolver problemas críticos en la atención médica, como en el caso del desarrollo de la vacuna contra el COVID-19. La pandemia de COVID-19 generó un fenómeno particular en la investigación biomédica: un aumento significativo de publicaciones sobre el virus en revistas de alto impacto, mientras que la investigación no relacionada con COVID-19 experimentó una notable disminución.
En este análisis también es importante mencionar como la tecnología está transformando la forma en que se realizan los ensayos clínicos. Desde el diseño del estudio hasta el reclutamiento de pacientes, los investigadores están explorando cómo la tecnología puede acelerar el proceso. La inteligencia artificial (IA) ya ha tenido un impacto significativo en las primeras etapas del descubrimiento de medicamentos, y ahora se está utilizando para la gestión de ensayos clínicos, incluyendo la redacción de protocolos, la selección de pacientes y el análisis de datos. Esta tendencia tiene el potencial de optimizar y agilizar el desarrollo de nuevos tratamientos, lo que significa un futuro más esperanzador para los pacientes que necesitan nuevas opciones de tratamiento.
A nivel regional, la investigación nacional para la salud en Latinoamérica y el Caribe ha experimentado un crecimiento notable en la última década. Se observa un mayor número de países con agendas e incluso políticas de investigación para la salud definidas y actualizadas. Costa Rica, por su parte, se ha perfilado históricamente como un líder potencial en investigación biomédica dentro de la región gracias a la solidez, calidad y recursos de su sistema de salud, junto a la presencia de un gran número de profesionales altamente capacitados para investigar, generar conocimiento y compartirlo en beneficio de la sociedad.
El desarrollo de la investigación biomédica en Costa Rica experimentó una pausa importante en 2010. La Sala Constitucional resolvió que la investigación clínica en seres humanos debía ser regulada por ley, no por decreto, derogando las normas existentes y suspendiendo la investigación en salud hasta la promulgación de la Ley Reguladora de Investigación Biomédica en 2014. Si bien este marco legal es crucial, también generó obstáculos para los investigadores costarricenses, situación que hasta la fecha se mantiene con lentos avances.
Aun así, la participación en la investigación ya sea de forma activa o pasiva, es fundamental para los profesionales de la salud. Permite evaluar objetivamente su práctica, contribuir al avance de su disciplina y desarrollar habilidades como la evaluación crítica de la evidencia. Cada profesional debe ser capaz de evaluar su propia práctica y la investigación realizada por otros, utilizando herramientas como metaanálisis y revisiones sistemáticas. La participación en la investigación, en cualquiera de sus formas, beneficia al profesional y al desarrollo de la medicina y otras disciplinas en general.
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